Luisa García Ochoa

Fotografía propiedad
de la autora





La vela




A muertos y a idos, pocos amigos.
Anónimo





       El día que conocí a doña Herlinda pude comprobar que era un ser especial. Un ser especial en un país también muy especial, porque Nicaragua lo es. Tenía esa sabiduría popular y exótica que le había servido para sobrevivir en un medio muy complicado.
       Doña Herlinda nació matando a su progenitora, bueno esto lo piensan todas las personas cuyas madres mueren al parirlas. Viven con ese sentido de culpabilidad que les dura hasta su propia muerte. Fue una niña a la que cuidaron entre unos y otros en la pobreza más absoluta por lo que desde la más tierna infancia no asisten a una escuela sino que trabajan en tareas variopintas y, en ocasiones, bastante penosas para poder comer y lograr un camastro para pasar las noches. El poder del hacendado que la acogía tenía derecho a todo y cuando digo a todo es a todo, incluido el derecho a pernada al más genuino estilo medieval.
       Pero la ventaja de personas como Doña Herlinda es que, según pasan los años, se van haciendo con una sabiduría que no viene en los libros. Las personas menos cualificadas se van haciendo un camino dentro de la ciencia popular, centrada sobre todo en los cuidados de la salud. Así es como mucha gente del entorno comienza a creer en ellas para sanar de males por medios naturales ante la falta de galenos en ese campo perdido, entre Granada y Masaya, donde la civilización no llega.
       Tenía remedios para el insomnio, para las infidelidades, para los negocios que iban mal, para predecir el fututo echando las cartas, para enfermedades crónicas, era tabla de salvación o panacea para casos perdidos o que tenían sapos en el estómago.
       Por su lugar pasaban cada vez más visitantes buscando una solución mágica para sus problemas económicos, amorosos y de salud. Eran de todas las estratificaciones sociales, desde gente adinerada a muy pobre y analfabeta. Empezó cobrando ciento cincuenta Córdobas, pero también es cierto que a las personas sin dinero no las cobraba.
       Por medio de plantas, consejos útiles y sabios y oraciones se convirtió en bruja, naturista y consejera espiritual. Su popularidad traspasó las fronteras llegando a Estados Unidos.
       Un 12 de marzo, día de santa Herlinda, recibió una visita muy especial, la de Tiffany Trump. Venía desde Los Ángeles. Sí, sí, me refiero a la hija de Donald. Venía con una dolencia que ni en el California Hospital Medical Center habían podido paliar.
       Doña Herlinda la reconoció, observando que el vientre de Tiffany estaba hinchado y frio, una evidencia que es mucho más notoria en un cuerpo como el de Tyffany, una verdadera escultura como corresponde a una gran modelo. En el hospital de Los Ángeles la habían hecho todo tipo de pruebas, análisis, ecografías, radiografías, tac…y habían estudiado las últimas ingestas por si era algún tipo de alergia, pero la causa de aquel frio y aquella hinchazón no se había encontrado.
       El estudio de doña Herlinda fue bien distinto, tan solo la preguntó qué había hecho los días anteriores al advenimiento del mal. Tiffany le describió minuciosamente todos sus actos y, entre ellos estaba la causa de su mal.
       Había ido a una vela, un velatorio, justo el día anterior. Había fallecido el padre de un amigo suyo. Tenía el mal del hielo en el vientre. Le había afectado el hielo del muerto, se había contaminado de la lejía del muerto que es producto de su inmediata descomposición, que da como fruto una rápida infección.
       Debía aplicarse alcohol y aceite de almendras y tomar varias infusiones de romero hasta que notara que la infección desaparecía. El remedio fue muy eficaz, pero, sobre todo, lo más singular fue el consejo que le dio doña Herlinda: cuando se tiene contacto con los muertos hay que tener mucho cuidado para que no te dé el hielo. Las mujeres embarazadas tienen el gran peligro de que los bebés nazcan con el cordón umbilical enrollado al cuello. Lo más importante al regreso de una vela es quitarse la ropa a la entrada de la casa, es ropa infectada, y lavarla aparte para que no contamine al resto de ropa.
       La visceralidad de Donald no se hizo esperar, la citó en su Twitter como la mujer salvadora de su hija y anunció su visita para conocerla. Se sabe que Ortega el Presi Nica quiso ir a recibirle al aeropuerto y aprovechar la coyuntura, pero no se le arregló ya que Trump fue directamente en su yet, sabía que podía aterrizar en un llano a pie del Mombacho.
       Doña Herlinda que no sabía inglés pero que era muy intuitiva no aceptó los favores del Presidente, tan solo lo justo para rehacer su casa de adobe, comprarse una nevera y un par de vacas para subsistir.