Enrique Gracia Trinidad

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Donde esté el fachendeo
que se quite la poesía



       Amigos poetas, estáis perdiendo el tiempo.
       Más vale que os dejéis de escribir eso que creíais que era poesía y os dediquéis a pergeñar algún que otro grito, ocurrencias, exabruptos, twits graciosillos, párrafos aparentemente comprometidos, pero cortos de hondura, reflexión y auténtico compromiso. También podéis escribir lo primero que se os venga a la cabeza, pero no lo llaméis surrealismo que eso es un aburguesamiento pasado de moda. Que se os vea que soy más que postmodernos, que sois recontracojomodernos, el no va más del perfomance, la guinda del pastel de lo "cool", unas auténticas fieras del espectáculo... No sigo, que me atraganto.
       Veréis: lo vuestro ya no se lleva. ¿Qué es eso de reflexionar y utilizar un lenguaje correcto y bien elaborado? ¿Cómo se os ocurre tener en cuenta alguna estructura técnica (antigua o nueva) que aporte ritmo a la palabra o mejore la eufonía? ¿De qué va lo de conciliar fondo y forma? ¿De qué diablos estáis hablando?
       Ahora hay que ponerse delante de un micrófono y soltar la primera chorrada que se os haya ocurrido, eso sí entre aspavientos, algún insulto al respetable o a quien sea, un poco de expresión corporal (por favor, sin tecnicismos de escuela, más bien como salga) y, eso sí, mucha luz de colores, ropa extravagante a ser posible rota y, si os atrevéis, un bombo aporreado o un teclado manoseado sin puta idea de música.
       Aquí hay que dar el cante, meter mucha palabra malsonante en los textos y ponerse estupendo con eso de la poesía y la música y la escenificación —¡los perfomances, vamos!— como si se estuviese haciendo algo muy nuevo, aunque casi todo lo hicieran ya hasta las monjas en los años ochenta del pasado siglo.
       Así, si además os ponéis al lado de quien convenga, aunque no tenga ni zorra idea de poesía, pero ostente un puesto en la inculta política cultural que tanto se lleva ahora, medraréis y os colocarán en los montajes municipales, regionales y hasta estatales para que hagáis el indio (que me perdonen los apaches) y vuestro desparpajo triunfe como se merece.
       Seréis la vanguardia, el no va más, la punta de lanza de la intelectualidad progre, que es lo mismo, ya os aviso, que la intelectualidad cutre, pero con pantalón vaquero en vez de corbata. El público en general, siempre tan manejado desde intereses espurios de una u otra condición, comprará vuestras simplezas porque son "lo que se lleva" igual que antaño compraba otras simplezas diferentes porque eran las que se llevaban entonces. Antes sería la Chelito, la copla o la poesía paisajista y ahora serán estos otros en los que ojalá no os convirtáis: mismos perros pulgosos pero con distinto collar.
       Vais a estar al día, vais a tener seguidores en las redes sociales, os van a sacar en una antología de la vanguardia más llamativa y lo vuestro va a ser absoluta moda. Aunque debéis prepararos porque las modas se convierten en algo casposo en cuanto te das media vuelta, que el mundo va muy deprisa.
       Si alguien tiene dudas, que se dé un paseo por la web del último "Poetas" del "poeticofestival.es", 2017, madrileño y que luego me lo cuente. Allí verá algún que otro autor español de interés —poquitos—, otros tantos de varios países y no de los mejores, junto a cantantes variopintos, humoristas, gentes que hacen eso del nuevo perfomance y otras mandangas. A mi humilde modo de ver, más paja que sustancia, más batiburrillo que poesía. ¡Que lo llamen como quieran, pero no "Poetas".
       Claro que puede ser que yo esté ya en la nómina de los dinosaurios, pero me apetecía avisar sobre todo a los jóvenes amigos poetas.



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Mucho me temo



          Si supiera otro oficio
          no estaría a estas horas ensuciando el papel,
          ni tú hubieras venido a extraviar tu tiempo
          ante estas míseras palabras.
          Pero soy de los torpes,
          de los que nada saben de negocios,
          de los que se perdieron las clases importantes
          y acumularon sueños imprecisos,
          diccionarios inútiles para trabajos provechosos.
          No sé hacer otra cosa
          y lo peor
          es que, cuando las hice,
          tan sólo deseaba abandonarlas
          y volver a perderme en los poemas.
          Esta inconsciencia mía —y la tuya, lector—,
          mucho me temo,
          acabarán un día con nosotros.





 ,,, de "Al final de la escalera"