Ana Montojo

Foto propiedad de la autora







La última vez



Cuando nos despedimos
ninguno de los dos imaginábamos
que era la última vez.



Nos dijimos adiós igual que siempre,
con un poco de prisa y un abrazo
que nada hacía pensar que fuera póstumo.



Si hubiéramos sabido que era el último
tal vez hubiese sido algo más largo
o quizá me estrecharas con más fuerza
mientras yo con las uñas, sujetando una lágrima,
te habría acariciado levemente la nuca.



O puede que intentaras convencerme
de que aquello era amor, que era la vida
la que se había puesto en contra nuestra.
Y yo, seguramente, una vez más
me habría conformado con las sobras.



Pero no pudo ser, tú no estabas conmigo
cuando yo me rendía a la evidencia
de que es la soledad mi territorio,
mi hábitat natural, mi única casa.



Y ahora ya es muy tarde, he aprendido
a no esperar prodigios, que las peras
nunca caen de los olmos.