Emilio Porta

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Tararí… que te vi.
( Cuento banal, divertimento alegórico )



       Érase una vez un país lejano y cercano a la vez, en el que la civilización greco-romana-cristiana había asentado sus más firmes cimientos y cuyo idioma pertenecía, en su origen, a lo que se ha dado en denominar lenguas romances. Dicho país, en algunas cosas de apariencia medieval, había llegado al siglo XXI con sus pretensiones de ser el centro del universo intactas. Y, no solo el país, sino muchos de sus habitantes, podían considerarse pretendientes. ¿Pretendientes a qué? Pretendientes a… ser importantes. Y ser importante, en ese país, era llegar a adquirir fama, popularidad, estar considerado por los otros como parte de una clase privilegiada y especial, bien en lo económico, o bien en lo político o en lo intelectual. En dicho país la forma de gobierno era la monarquía. Una monarquía, curiosamente, rodeada de una formal y poco eficaz democracia. El país, ya es hora de nombrarlo, se llamaba - se llama - Tararí. Es el país de Tararí, sus habitantes se denominan tararienses y su rey, es el rey Tararo.
       El rey Tararo reina pero no gobierna, esto es cuestión de los partidos políticos. Entre los existentes hay dos que son tradicionalmente mayoritarios. Ambos llenos de líos y a cual más necio, uno llamado Soetarar y el otro Popularar, los cuales, cada cuatro años, de forma periódica – en ocasiones antes si las circunstancias obligan - van a las urnas para que los tararienses les apoyen para gobernar, aunque, gobernar, gobernar, quien gobierna en Tararí es Merkela, la líder de Germania, el país que manda en el continente al que pertenece esa infausta nación. En fin, todo este preámbulo es para situar la historia en su marco social nuestro cuento: la historia de dos tararienses que ejercen de bardos – aún ahora, dios mío, qué anacronismo – y reciben el nombre de Tararillo y Taratilla. Ambos son jóvenes, simpáticos, y escriben, eso dicen… ¡poesías! Sí, no poemas, no piezas literarias pertenecientes al género poético. Hacen “poesías”. Y con mucho éxito, pues ellos mismos las acompañan con su voz y las recitan, hasta el punto que son aclamados, no solo in situ en sus actuaciones, sino también en lo que hoy se denominan redes sociales. Pues bien… a pesar de su aparente éxito… Tararillo no es feliz. Él quiere el máximo de fama, ser conocido en todo el mundo, salir en los medios de comunicación como primera noticia… él, en definitiva, anhelaría ser rey.
       —  Mira Tararilla nosotros ya somos conocidos… pero donde esté un rey… Un rey sí que es famoso. Si yo fuera rey……
       —  Tararillo no seas ambicioso… estamos bien así. Tú eres encantador y te reconocen… y yo, a veces, me siento divina a tu lado…
       —  Ah, divina… divina serías si fueras la reina Tarara, la esposa de Tararo. ¿A ver, qué méritos tiene su majestad que no tenga yo para ser rey?
       —  Bien mirado, Tararillo, solo la tradición, la pertenencia a una familia, no muchos más que los poetas. Tú, sin duda, podrías ocupar su lugar.
       —  ¿Lo ves? Es lo que yo pienso. Los poetas deberíamos alcanzar las más altas cotas. Los poetas seríamos los mejores reyes.
       —  ¿Y las poetisas?
       —  Bueno, un poco menos, pero podrían ser princesas.
      —  Ah,, en ese caso creo que me uniré a tu deseo. Pero… ¿cómo conseguirlo?
       —  Es muy sencillo, Tararilla. Yo, como soy famoso, puedo entrar en las listas de uno de los dos grandes partidos políticos del país. Y, una vez allí, conseguir ir el primero en ellas en las siguientes elecciones. Nos meteríamos en el partido que los sondeos dijeran que van a ganarlas, da lo mismo.
       —  Qué idea más buena…
       —  Sí, una vez ganadas, yo sería Presidente de Gobierno. Luego, con habilidad, cómo todo el mundo estaría feliz porque habríamos conseguido que el pueblo sintiera nuestras sublimes poesías como propias, haríamos un referendum para cambiar el modo de acceso al trono y pondríamos un artículo que dijera: “El rey debe ser el máximo exponente de la voluntad popular. Y el máximo exponente de esa voluntad es el Presidente del Gobierno. Y el Presidente del Gobierno debe ser un poeta. ¿Lo ves ahora claro, amada mía?
       —  Diáfano, Tararillo. Y yo, cuando tú seas rey, seré princesa. Pero… ¿por qué no reina? Total…
       —  Pues bueno, es cuestión de no acumular todo en un mismo mandato. Ya veremos.
       En estos pensamientos y propósitos estaban Tararillo y Tararilla cuando el soniquete del telediario detuvo sus elucubraciones. Algo inesperado les dejó helados. La edición abría con la siguiente noticia:



“China invade Tararí. En una operación relámpago, los chinos, cansados de gilipolleces, han invadido nuestro país, y han disuelto el Parlamento y los partidos políticos. La televisión está, en estos momentos, dirigida por Ya Me Kansé. Lo curioso es que las primeras reacciones de la gente han sido favorables al nuevo estado de cosas. Seguiremos informando”.